El pasado 18 de junio en el Patio de los Inocentes del Hospital Real de Granada, el clavecinista Benjamin Alard se unía al bailarín Israel Galván y al compositor José María Sánchez Verdú para ofrecernos un recorrido a través del universo del compositor granadino Manuel de Falla.
Fue una experiencia mínima y delicadísima, un genuino goce. Las interpretaciones fueron elegantes, virtuosas, brillantes, de la dulzura de Bach y la levedad Scarlatti a la explosión de jovialidad solemne —oxímoron— del concierto de Falla. Alard, magistral, hilo conductor en todas las obras, permaneció sin embargo en un segundo plano, un miembro más del conjunto. La composición de estreno, Las ínsulas extrañas (que dirigió Sánchez-Verdú) se sucedió en su progresión de paisajes sonoros y ostinati, con un despliegue de efectos y el clave omnipresente (con momentos en los que adquiría un timbre casi electrónico), y un instante último al borde de lo conceptual cuando los vientos soplaron sin emitir ninguna nota, igualados en timbre pero dispares en ritmo y respiración (¿cabe mayor misticismo?). Los arreglos resultaron muy logrados, ingenuo y agradable el de la canción de Vásquez, que derivaba al final a cierta distorsión algo pícara, y transcripción solemne el de Victoria.
«Israel Galván, Benjamin Alard & cía: Bailar en el tiempo, tocar en el espacio», por José Manuel Ruíz Martínez
Crítica completa en Scherzo.es
© Blu Gerbi Maccarini